Bajamos los escalones que nos llevan al subterráneo de uno de los edificios de Kingston, una de las más importantes empresas de memorias para computadores.
Es una bodega donde hay decenas de cajas. Pablo Huang, un empleado de origen oriental que habla un perfecto argentino, me dice "che, chilenito, aquí es donde ensaya John".
A escena salen 30 músicos chinos, vietnamitas, latinos, gringos y afroamericanos. Un gran abanico multirracial que -según comprobaría después- es tan heterogéneo como el que trabaja en Kingston.
Al fondo, sentado frente a su batería está John Tu, el jefe.
Es una bodega donde hay decenas de cajas. Pablo Huang, un empleado de origen oriental que habla un perfecto argentino, me dice "che, chilenito, aquí es donde ensaya John".
A escena salen 30 músicos chinos, vietnamitas, latinos, gringos y afroamericanos. Un gran abanico multirracial que -según comprobaría después- es tan heterogéneo como el que trabaja en Kingston.
Al fondo, sentado frente a su batería está John Tu, el jefe.
Tu, el presidente de Kingston y uno de sus dueños, es todo un personaje. Tiene sus excentricidades, como esta banda que toca música de raíces orientales, mezclada con éxitos de Tina Turner y Michael Jackson.
También posee una colección de carísimos autos, entre ellos un Ferrari, que ofrece -sin mayores problemas-para ir a dar una "vuelta a la manzana".
John Tu nació en China en 1941, pero joven sintió la necesidad de ir a buscar nuevos horizontes. Llegó a Alemania donde sacó el título de ingeniero eléctrico, pero pronto migró a EE.UU. ya que no se sentía muy cómodo en una "sociedad tan cerrada".
Logró una buena posición económica y fundó una empresa junto a su eterno socio, David Sun. La vendieron y el dinero lo invirtieron en la bolsa, siguiendo el consejo de un tal Henry.
Pero el 17 de octubre de 1987, Henry los llamó alarmados. "Ese día el mercado cayó y se produjo el lunes negro", cuenta John. "Cuando llegamos a casa de Henry para ver qué tan grave era la situación, él decía '¡lo siento tanto!' ".
Ese día perdieron US$ 1 millón cada uno y le quedaron debiendo un millón al agente de la bolsa. "Yo siempre digo que ese fue el día en que nació Kingston", afirma John.
"Todos los días nos juntábamos con David para pensar en un nuevo negocio. Un día un amigo me dijo que existía escasez de memoria para los computadores Apple", recuerda el empresario.
"Nos dimos cuenta de que era un componente sencillo. En dos días diseñamos un módulo y lo mandamos a fabricar".
Llamaron a un conocido y le dijeron que tenían memorias para vender. En menos de lo que canta un gallo lo tenían al frente, queriéndoles comprar todo su stock. "Pero tenemos un problema: sólo tenemos 15 módulos y necesitamos que nos pagues cash porque no tenemos dinero".
Cuento corto: el tipo se las llevó, pagó en efectivo y corrió la voz de que existían dos chinitos que hacían buenas memorias.
Tres meses trabajaron comprando componentes, haciendo módulos y reinvirtiendo la plata para fabricar más.
Les fue tan bien que crecieron hasta convertirse en un referente en el mercado de las memorias.
En 1996 los socios vendieron el 80% de la compañía en US$ 1,5 mil millones y dieron US$ 100 millones a sus empleados.
Tres años después, cuando el mercado tecnológico cayó, compraron el 80% que habían vendido, pagando tan sólo US$ 450 millones.
John y David hoy en día son dueños de una compañía sin deudas, con tres fábricas en Asia y una aquí, en Fountain Valley, que pueden producir más de dos millones y medio de módulos al mes. Tienen alrededor de 3.400 empleados y sus ventas en 2003 fueron de US$ 1,8 mil millones. Se dice de Kingston que son los Mercedes Benz de las memorias.
En gran medida, el éxito alcanzado por Kingston se lo deben a los altos niveles logrados en el control de calidad. Dicen que ninguna memoria se va sin ser probada.
Otra de las claves de su éxito es que lograron acelerar el proceso de manufactura de los módulos de memoria y hacer un buen manejo del stock, lo que les permite garantizar precios.
Fueron los primeros en empaquetar las memorias, un componente que regularmente se compra a granel, como quien compra manzanas. Con eso garantizaron que el producto no se va a estropear por la manipulación.
Actualmente, tres son sus líneas de productos: memorias para computadores de marcas, memorias Value RAM (las que compramos en las tiendas de partes para armar nuestro PC) y Digital Media (memorias compactas, las memorias USB y adaptadores para memorias).
Esa es la historia de cómo dos amigos armaron una empresa en el garage de su casa y cómo lograron convertirla en todo un referente en la industria tecnológica. Una buena historia que Tu podrá contarles con orgullo a sus nietos (si es que no le falla la memoria).
También posee una colección de carísimos autos, entre ellos un Ferrari, que ofrece -sin mayores problemas-para ir a dar una "vuelta a la manzana".
John Tu nació en China en 1941, pero joven sintió la necesidad de ir a buscar nuevos horizontes. Llegó a Alemania donde sacó el título de ingeniero eléctrico, pero pronto migró a EE.UU. ya que no se sentía muy cómodo en una "sociedad tan cerrada".
Logró una buena posición económica y fundó una empresa junto a su eterno socio, David Sun. La vendieron y el dinero lo invirtieron en la bolsa, siguiendo el consejo de un tal Henry.
Pero el 17 de octubre de 1987, Henry los llamó alarmados. "Ese día el mercado cayó y se produjo el lunes negro", cuenta John. "Cuando llegamos a casa de Henry para ver qué tan grave era la situación, él decía '¡lo siento tanto!' ".
Ese día perdieron US$ 1 millón cada uno y le quedaron debiendo un millón al agente de la bolsa. "Yo siempre digo que ese fue el día en que nació Kingston", afirma John.
"Todos los días nos juntábamos con David para pensar en un nuevo negocio. Un día un amigo me dijo que existía escasez de memoria para los computadores Apple", recuerda el empresario.
"Nos dimos cuenta de que era un componente sencillo. En dos días diseñamos un módulo y lo mandamos a fabricar".
Llamaron a un conocido y le dijeron que tenían memorias para vender. En menos de lo que canta un gallo lo tenían al frente, queriéndoles comprar todo su stock. "Pero tenemos un problema: sólo tenemos 15 módulos y necesitamos que nos pagues cash porque no tenemos dinero".
Cuento corto: el tipo se las llevó, pagó en efectivo y corrió la voz de que existían dos chinitos que hacían buenas memorias.
Tres meses trabajaron comprando componentes, haciendo módulos y reinvirtiendo la plata para fabricar más.
Les fue tan bien que crecieron hasta convertirse en un referente en el mercado de las memorias.
En 1996 los socios vendieron el 80% de la compañía en US$ 1,5 mil millones y dieron US$ 100 millones a sus empleados.
Tres años después, cuando el mercado tecnológico cayó, compraron el 80% que habían vendido, pagando tan sólo US$ 450 millones.
John y David hoy en día son dueños de una compañía sin deudas, con tres fábricas en Asia y una aquí, en Fountain Valley, que pueden producir más de dos millones y medio de módulos al mes. Tienen alrededor de 3.400 empleados y sus ventas en 2003 fueron de US$ 1,8 mil millones. Se dice de Kingston que son los Mercedes Benz de las memorias.
En gran medida, el éxito alcanzado por Kingston se lo deben a los altos niveles logrados en el control de calidad. Dicen que ninguna memoria se va sin ser probada.
Otra de las claves de su éxito es que lograron acelerar el proceso de manufactura de los módulos de memoria y hacer un buen manejo del stock, lo que les permite garantizar precios.
Fueron los primeros en empaquetar las memorias, un componente que regularmente se compra a granel, como quien compra manzanas. Con eso garantizaron que el producto no se va a estropear por la manipulación.
Actualmente, tres son sus líneas de productos: memorias para computadores de marcas, memorias Value RAM (las que compramos en las tiendas de partes para armar nuestro PC) y Digital Media (memorias compactas, las memorias USB y adaptadores para memorias).
Esa es la historia de cómo dos amigos armaron una empresa en el garage de su casa y cómo lograron convertirla en todo un referente en la industria tecnológica. Una buena historia que Tu podrá contarles con orgullo a sus nietos (si es que no le falla la memoria).
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